Las
lenguas de señas son lenguas visuales y, por consiguiente, son las que utilizan
y adquieren naturalmente los niños sordos. Es esta lengua la que les permite
comunicarse libremente entre ellos, sin las barreras con las que se encuentran
al tener que utilizar una lengua sonora. Estas lenguas se caracterizan por
utilizar el espacio, el tiempo y el movimiento como estrategias lingüísticas,
debido a que el canal por el que se perciben es el canal visual.
En
la década del sesenta comenzó el estudio sistemático de las gramáticas de las
diferentes lenguas de señas del mundo. Las características lingüísticas de las
lenguas de señas han confirmado que estas poseen una complejidad comparable a
cualquier otra lengua.
A diferencia de
lo que sucede con sistemas o códigos que dependen y derivan de los idiomas
orales (como el braille o el código Morse) o con sistemas facilitadores de la
comunicación, como el sistema alternativo o aumentativo de comunicación (SAC),
o la palabra complementada (el uso de señas que acompañan a la lengua oral), la
lengua de señas argentina (LSA) es una lengua independiente del español, no
sólo en cuanto a la conformación de sus “señas/palabras” sino también en
relación con su estructura gramatical.
La LSA es
el idioma viso-gestual de la comunidad sorda argentina. Encarna, como todo
idioma, una construcción particular del mundo, una configuración única de
categorías y conceptos, además de representar las costumbres y tradiciones de
la comunidad.
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